«Céfalo y Pocris» en el Teatro Lope de Vega

«Céfalo y Pocris» en el Teatro Lope de Vega

Escritor del Barroco, Calderón de la Barca, convivió con las monarquías absolutistas de Felipe III, Felipe IV y Carlos II. La producción de Calderón sobrepasa las 200 obras entre comedias, autos sacramentales y poemas. Céfalo y Pocris forma parte de sus comedias burlescas, un género que ha llegado poco a nuestros días pero que gozó de gran aceptación en su momento. Normalmente se representaban en fiestas cortesanas en épocas de Carnaval y San Juan. Eran parodias llevadas al extremo donde se permitían las licencias propias de las Carnestolendas. En esta línea se entiende el disparatado argumento de la obra que podemos ver de la mano de Teatro del Velador. Este montaje fue estrenado en el 43 Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro La búsqueda de textos desconocidos es una de las inquietudes de la compañía, así como sus versiones, a las que implementan su especial estilo grotesco, encontrando un gran predicamento entre los espectadores y los especialistas y festivales dedicados al teatro áureo. Así presenta Javier Paisano en su artículo Aires de Carnaval en Diario de Sevilla, nuestro particular montaje.

Por otro lado, el fotógrafo Manuel Israel tuvo a bien hacernos un reportaje fotográfico. Arriba dejamos una selección.
Para terminar, os compartimos un extracto de la crítica que Alfonso Crespo realizó para ABC «Economía del esperpento» sobre nuestro Céfalo y Pocris:
«En ‘Céfalo y Pocris se modulan no pocos desajustes. Primero se desempolva la comedia de Calderón —no del todo, pues a cada golpe, a cada movimiento brusco o sacudida de estos divertidos peleles, los residuos se levantan en suspensión— y después, en la ancha soledad de la escena del Lope, se la convoca en tanto que posibilidad humorística en abismo: el Siglo de Oro se ríe de los tics mitológicos, nosotros nos reímos de ese ‘look’ velazqueño pasado por Halloween, y, lo que resulta más importante y sin duda significativo, los personajes, aplanados por esos pliegues entre épocas, parecen carcajearse de nuestros escrúpulos actuales ante los temas del sexo y sus particulares e interminables guerras.»