¡Veinticinco siglos y todo sigue igual!

¡Veinticinco siglos y todo sigue igual! Parece increíble que el comediógrafo ateniense Aristófanes escribiera con tanto acierto ‘Los caballeros’ nada menos que en el 424 a.C en un análisis, en forma de sátira, de los pecados que la democracia ha terminado por demostrar como congénitos. Obra tan lejana y tan vigente.
Los asistentes a la representación de anoche de ‘Los caballeros’ en el Teatro Romano de Málaga, dentro del ciclo de Teatros Romanos de Andalucía, abandonábamos nuestro duro asiento meneando la cabeza. Sorprendidos por la agudeza de los males que hoy mismo aquejan a nuestro sistema político y que ya estaban en el texto de aquel dramaturgo que tuvo sus más y sus menos con el poder y en general pecó de conservador en su faceta política.
Para entender la obra, que hoy celebra su última representación en Málaga (no dejen de verla un sábado porque se sorprenderán que no dista mucho de los análisis políticos que pueden escucharse en LaSexta Noche) habría que situar al propio Aristófanes en la época dorada de Atenas, en su vibrante cenit y donde las discusiones sobre el gobierno de la metrópolis lo inundaban todo. El nivel intelectual del autor le daba incluso, para en estos debates, criticar a Sócrates y regalarle para él y para la posteridad el gesto de ‘la peseta’ en otra de sus obras; Las Nubes.
Pero volviendo a esta obra, es en aquel contexto cuando Aristófanes se decide a escribir este texto que viene a criticar el gobierno de Cleón, una figura de poder en la polis, como personaje corrupto, ambicioso y cruel con sus adversarios y sus gobernados. Cleon sirve a Demos, que personifica al pueblo en este texto. Éste aparece como un individuo no muy listo, según acuerda retratarlo su autor, (está visto y comprobado) mientras que dos esclavos de Cleón, Nicias y Demóstenes, dos generales principales en la Guerra del Peloponeso, no están contentos con el trato que reciben de éste y con el que Cleon da al propio Demos.
Así se valen de una excusa como cierto oráculo, para incitar a que Cleón sea depuesto en el Senado. Para ello, y aquí viene gran parte de la gracia de esta comedia, deciden poner el frente del golpe a un vendedor de morcillas. Así tal cual.
Lo ácido del asunto recae, primero, en los diálogos mordaces de los impulsores de la iniciativa para convencer al humilde morcillero de que está preparado para tal cosa y asumir tamañas funciones de responsabilidad. «Ni falta que hace que sepas leer, más bien es un problema», le vienen a decir, describiendo perfectamente la inopia cultural de la que hacen gala nuestros actuales gestores políticos.
Luego está la osadía y la ambición del ser humano. Aquí se traduce en cómo el morcillero enseguida cree en sus opciones y hasta crea un discurso populista propio que hoy día también tiene un clarísimo ejemplo en nuestra actualidad de ‘nueva política’ (ríete de la modernidad) para gobernar. «Todo será de todos y las mujeres guapas también», aplica en su discurso.
Aquí llega lo más jugoso de la obra pues se produce por parte de Cleón un interrogatorio al morcillero, que estaría sucediendo en el Senado, de cómo va a llevar a cabo esa idea de colectivismo total (comunistas de hoy, lean a Aristófanes). Las ingeniosas y divertidas explicaciones del morcillero no tienen desperdicio, ni pies ni cabeza. Por su puesto Cleón defiende que no va a desprenderse de ni una sola de las propiedades que ha ganado por sus propios y sucios métodos con lo que podría emparentarse con el capitalismo salvaje, nunca saciado (liberales de hoy, lean a Aristófanes).
El insulto y la zafiedad se unen a los improperios que uno y otro se lanzan en el momento álgido de la obra para acabar ganándose a Demos. Todo muy actual igualmente. Y en este concurso por ganarse su favor, a ambos se le ocurre la tan exitosa y ya vemos que vieja idea de saciar el estómago de Demos con todas las viandas que pueden (la política sin más pretensión que la de perpetuarse y no buscar el progreso propio de la ciudadanía, dándole sólo el gusto fácil por el gusto fácil al pueblo, cambien comida por fútbol, por ejemplo y entenderán esta metáfora del ateniense).
Aristófanes y su pensamiento conservador y quizá ingenuo a la postre es el que lleva a la obra hacia una solución un tanto nostálgica y descafeinada si entendemos el tiempo en que vivió. Aristófanes soñó con que Atenas volvía a ser dominada de una manera activa y responsable por el propio pueblo y no por unos representantes que acababan representado los intereses de una elite, de un corte u otro.
La obra acaba con Demos, que había mostrado predilección por el populista morcillero, renegando de ambos viendo la crueldad con la que luchan por su favor y aupándose como autónomo de sus decisiones.
Sin duda la compañía Teatro del Velador lleva con bastante éxito este texto a escena. La música en directo también ayuda a fabricar ese tono grotesco, de teatro de barraca, de esperpento que los caracteriza y convierte a esta obra y este lugar en un muy recomendable plan para esta noche. Huelga decir que en un escenario ciertamente, y no es un tópico, inmejorable.
Calificación: ♠♠♠
23 de Julio
Teatro Romano de Málaga
200 localidades aprox.
Málaga
22.30 horas

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